El empleado primero se niega. Le dice que espere su turno. Usted golpea
fuertemente la mesa. Recita el decálogo de Mayer. Habla de la Constitución.
De la responsabilidad profesional. Del carácter alimentario del embargo que
va a trabar. Recita de memoria el Pacto de San José de Costa Rica. Deja
deslizar que es amigo de Dios. Que cena con la gente de la Corte Suprema
día por medio. El empleado cede ante el cúmulo de conocimientos
aprehendidos y su brillante despliegue. Sus colegas le aplauden su bravía. El
Secretario sale y llama la atención del triste insurrecto que le negó Su oficio…
La tribuna explota... Sus nietos enorgullecen a cuenta con su historia. Vuelve a
las doce pateando las puertas de Tribunales tipo Far West. Se relame los
dedos. Espera su oficio. Un hálito de misticismo y poder lo envuelven. Le dice
el empleado que la misma está a despacho. Pide hablar con el Secretario.
No está. Insiste con el Juez. Se encuentra en audiencia. Vuelve al otro día, le
repiten la fórmula sacra “está a despacho”. Pide hablar con alguien. Le dice
que todas las líneas se encuentran ocupadas. Insiste en su último día y el
empleado le dice: Doctor Diligencias le observaron el trámite. Enfurece, se
pone como loco empieza a gritar sale el Secretario, le da la razón al
empleado, habla con el Juez, le da la razón al Secretario, sale del Juzgado
enfurecido se sienta a tomar un café, compra un galleta de la suerte la abre.
Lee en la misma: “pide y se te dará”, Golpea al mozo. Sale del café, lo
abduce un ovni que buscaba al terrícola más inteligente del planeta. A los tres
minutos lo dejan en la casa del cliente al que deberá explicarle que no pudo
trabar el embargo.
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